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domingo, septiembre 12, 2010

Una carta para su amigo “fierrero” Nino Cayetano Saladino

Vos bien sabés lo que creció Neuquén. Quizá producto de esto ya no nos vemos tan seguido. Lo ha hecho tan rápido que nosotros no hemos aprendido aún como acomodar la carga y el vagón ya se fue. Ya no se escucha el silbato del zapalero, humeante llegando a la Estación (que antes servía de paseo dominguero para ver quién llegaba o partía, para esperar alguna encomienda o el siempre bienvenido “comisionista” que traía lo que necesitabas de Bahía Blanca o Buenos Aires).
Todo se fue con el último tren, con el “progreso”. Cuando paso por el centro y miro la estación se me vienen tantas cosas a la memoria, que sólo el loco tránsito logra sacarme de los recuerdos. Claro que lo que ocurre no es novedad para los viejos vecinos. Veo un lugar y me recuerda personas (…).
(…) Y las motos me hacen acordar a Américo Sartori y aquella “Ducatti”, y las motos importadas de los 60’ me recuerdan a Cachin Filiponni (…) y aquellas Hondas modernosas bicilíndricas de 4 tiempos, a Nené Molina (…)Y los dos en moto viajando los fines de semana para verte correr en otros pagos. Y las motos y las carreras al Beto Petralli.
Y cuando digo carreras me lleno de nostalgia.
Nino, mirá vos donde llegué, sólo dejándome llevar. Disculpame por que en realidad mi intención era saludarte y rendirle culto a la amistad que nos une a pesar de los años que han pasado. Rendirle homenaje al amigo sencillo, luchador, buena persona y “fierrero”.
Cuando armaste la primera Cupecita con un rendidor Ford 8 la década del 60’ recién empezaba a caminar. Aquellas transmisiones de los grandes premios que seguíamos por Radio Splendid o Rivadavia en onda larga en banda de 49 metros, o en 25 metros según la hora del día nos metían en el mágico mundo del turismo de carretera y la geografía del país.
Que decirte de las noches en el taller. Entre mate y mate te acompañábamos mientras como un mago tejías ilusiones en nuestros corazones fieles “al neuquino” (…).
(…) Un día comenzamos a madurar la idea de correr. Ya otros muchachos amigos estaban en carrera. Quico Pérez, Vico Buchiniz, Jorge Smolkin, Lalo Julián, Liche Montelpare, Jorge Santángelo, y otros giraban en Roca.
Una tarde llegó un señor muy atento al taller de los gringos Parisi, en el ACA. Me lo presentaron; era el señor Esteban Grande. Nos preguntó para cuándo la Manzana. (la vuelta). Nos dio risa y rubor. Migalo Parisi dijo que ganas teníamos pero nos faltaba el auto. Armen un equipo, ¿se animan?
Bueno piensen en el tema y mañana hablamos.
Así fue que lo llevaron a conocer a Nino Saladino (…)
Por eso cuando veo que seguís luchando, animando y ayudando a Pablito veo que el tiempo no te ha cambiado. Seguís siendo el Nino que todos conocimos (…)
(…) Bueno Nino, es la décima vez que me llaman “a la mesa”. Mi sopa seguramente se ha enfriado, como cuando se enfriaba la comida de la “Vieja”, de Bruni, de Doña Lina esperando pacientes que “dejes el taller”. Este torbellino de alocados recuerdos me sacó de ruta. Espero verte pronto.
Un abrazo.
Osvaldo Oscar Arabarco.

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