Por Juan Manuel Varela
En el día de descanso se hacen muchas cosas: desde los pilotos tops que tienen compromisos con sus sponsors, los que aprovechan para dormir, los que se quieren recuperar, los que celebran haber llegado hasta acá y los que llegan con el tiempo justo o contrarreloj. Se viven muchas situaciones; algunos que llegan y se les llenan los ojos de lágrimas por haber pasado tantas cosas, por ver un campamento que no para, porque algunos pilotos descansan pero los mecánicos no paran nunca. Le dan, le dan y le dan.
Son los personajes que no paran nunca. Que comen de parado. Que no se bañan. Que lo único que hacen es darle vida a unas máquinas que no quieren más. O los últimos chequeos, para cumplir los objetivos de la última semana. Algunos se pasan, como Guerlain Chicherit(305) que fue a probar su Mini Cooper sin casco y pegó un golpazo con su ingeniero y se salvó de milagro; destrozó el Mini y está internado fuera de peligro por mala suerte para él. Porque lo están esperando para matarlo por la tontería que hizo.
Muchas veces se habla del espíritu de esta competencia, de la aventura por aventura. De vivir experiencia única y ganarse a uno mismo. Pero esto también es un negocio y la varita va para donde tira. Un día se extiende el horario de llegada y de partida. Otro día no. Algunos le dan una pena a otros se la perdonan. Fue feo ser testigo de una situación que no se puede decir si es justa o injusta.
Juan Belaustegui (150), argentino que para la organización es norteamericano, porque figura así. En realidad, es profesor de lenguas españoles en Estados Unidos. Llegó antes de las 20.00 horas del sábado. A él le habían dicho que era hasta esa hora. Aunque en el campamento de Arica se sabía que era hasta las 18.00. En el arribo se lo vio entero pero el sabía que algo andaba mal fue con los comisarios y no había caso. Lo sacaban de la competencia. La luchaba, iba y venía. Con la ropa puesta de motoquero, recién se había bajado. Pero no, le bajaron el pulgar. El tipo miraba a la nada repitiendo: “Es injusto, a ellosles sirve que una moto 150 cc termine (nunca terminó una moto de esta cilindrada un Dakar), le da publicidad”.
El día terminaba y Juan cada tanto pasaba para saber si había un cambio. Pero nada. Las historia del campamento de noche después fueron contando historias de este gladiador. Que le puso el hombro a un competidor. No en sentido figurado, se le había salido el hombro y el tipo se lo puso. Que bancó a Juan José “Gato” Barbery (185) para que termine. Que le dio asistencia a más de uno. Que levantaba anímicamente al que no quería correr más. Según él, ya no hay más Dakar porque tiene tres hijos y debe mucha plata de la deuda que tomó por correr. ¿Dónde quedó el espíritu de la competencia? Ganarle a todo y ayudar al otro. Pudo con el infierno pero no pudo con la varita de los escritorios de la organización, que esta vez utilizaron el reglamento, no como hace unos días.
Si querés ver más notas sobre el Dakar, hace click acá. Y no dejes de mandar tu video a TN y la Gente.